sábado, 2 de marzo de 2013

La niña interior: piedra de toque de la identidad femenina por Emily Hancock

¿Cómo puede una hija inconsciente del patriarcado continuar su búsqueda hacia la individuación? Careciendo de un modelo de identidad, ¿cómo puede una mujer llegar a realizar su verdadero ser?

Según un estudio que hice sobre el desarrollo del ego de las mujeres, las respuestas a estas preguntas se hallan en "la niña interior", la niña animosa, juguetona y satisfecha, de ocho, nueve, o diez años, que toda mujer lleva en la memoria como piedra de toque de la mujer que puede llegar a ser. En las generaciones anteriores, las experiencias restrictivas que nos vinculaban al ideal femenino nos hicieron perder nuestra conexión con esta niña. Hoy día, el comportamiento opuesto -la mujer actuando como un hombre- amenaza desviarla. Sin embargo, a pesar de estos factores negativos, algunas mujeres están redescubriendo esta primera identidad de la infancia. Las que llegan a hacer el círculo completo hacia ésta encuentran en la niña olvidada una llave para desbloquear el ser esencial de mujer.

¿Quién es esta "niña interior"? ¿De qué profunda verdad está en posesión? Suspendida entre el ensueño de la edad preescolar y la esclavitud de la adolescencia, una niña de esta edad ocupa una zona intermedia de la infancia, un espacio interino entre la fantasía y la realidad que alimenta la pertenencia creativa a sí misma. Juguetona, aunque ya con objetivos, ha abierto la puerta de la edad de la razón. Con un pie todavía en la escuela, lee y calcula, participa en juegos de grupo, desarrolla sus facultades atléticas, y absorbe las reglas de su joven sociedad. Cuando tiene la buena suerte de crecer dentro de una familia que fomenta la independencia y celebra los logros, una niña de esta edad se enfrenta al mundo con su propia perspectiva. Combina entonces una inmensa imaginación con ciertas capacidades y un anhelo aventurero que le lleva muy lejos del hogar, tanto en su fantasía como en la realidad. Todas las culturas del mundo reconocen el rápido desarrollo de la mente de las niñas, la aceleración de sus capacidades prácticas y el cambio de su manera de pensar. La naturaleza y la sociedad conspiran para permitir que las niñas florezcan a esta edad; abundan la armonía y la integridad al disfrutar de la totalidad del ser, la unidad con el cosmos y una irradiación natural.

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