Somos parte, por Bert Hellinger
Las constelaciones familiares han puesto de manifiesto que formamos
parte de un sistema más amplio, de un sistema familiar. A este campo
pertenecen nuestros padres, hermanos y hermanas y también los abuelos,
bisabuelos y todos nuestros ancestros. También forman parte de este
sistema las personas que, de alguna manera, tuvieron o tienen
importancia para este sistema, por ejemplo los antiguos novios y novias
de nuestros padres o de nuestros abuelos. Dentro de este sistema, todos
son guiados por una fuerza común y esta fuerza obedece a determinadas
leyes.
El sistema familiar constituye un campo espiritual.
Todos los que forman parte de este campo espiritual, están conectados
unos con otros – esto es lo que revelan las constelaciones familiares. A
veces, este campo está en desorden. Este desorden nace del hecho de que
alguien perteneciente al campo ha sido excluido, rechazado u olvidado.
Estas personas excluidas y olvidadas están conectadas con nosotros y se
manifiestan en el presente. Porque, en este campo, existe una ley
fundamental: Todos los que forman parte del sistema tienen el mismo
derecho a la pertenencia. Nadie puede estar excluido. No se puede perder
a nadie en este campo porque esto tendrá siempre un efecto sobre él. Si
una persona ha sido excluida, cualquiera que sea la razón, otro miembro
del sistema, un niño por ejemplo – a través de este fenómeno de
resonancia – estará destinado a representar a la persona excluida y se
comportará quizá de manera extraña: se drogará o se pondrá enfermo, será
un criminal o se sentirá agresivo. Podrá incluso convertirse en un
asesino o ser un esquizofrénico, etc.
Pero, ¿cuál es la razón?
Esta persona mira con amor y de manera inconsciente hacia alguien
excluido y, con su comportamiento, nos obliga a mirar también con amor
hacia este excluido, hacia este rechazado. Lo que consideramos malo en
su comportamiento, no es más que amor por alguien que ha sido excluido
del campo.
Por lo tanto, en lugar de preocuparnos por este niño
e intentar cambiarlo – lo cual no ayudaría nada de todas maneras como
ya sabéis, puesto que aquí actúan fuerzas más grandes - miramos este
campo espiritual junto con el niño, hasta que llegamos, guiados por
éste, a percibir a la persona excluida que espera nuestra mirada.
Entonces, la tomamos de nuevo en nuestra alma, en nuestro corazón, en
nuestra familia, en nuestro grupo y quizá también en nuestro país.
Esto muestra que todos los hijos son buenos si les dejamos serlo. Es
decir que, en lugar de mirar a los hijos, debemos mirar en la dirección
en la que ellos miran con amor.
Las constelaciones familiares
nos enseñan que en lugar de preocuparnos por los hijos o por otras
personas pensando: "¿cómo pueden actuar así?", debemos mirar con ellos a
la persona excluida e integrarla. A partir del momento en que esta
persona está de nuevo integrada en el alma de los padres, de la familia y
del grupo, el niño podrá respirar y liberarse de la intrincación con
ella.
Sabiendo esto, podemos esperar hasta que percibamos donde
quiere llevarnos el comportamiento del niño para con sus padres u otros
miembros de la familia. Si le acompañamos hacia esta persona y la
integramos, el niño se liberará.
¿Quién más se libera? Los
padres y demás miembros de la familia. De pronto, nos volvemos
diferentes o más ricos puesto que hemos dado un lugar a alguien que
estaba excluido. A partir de ese momento, todos pueden comportarse de
una manera diferente. Pueden ser más afectuosos y comprensivos,
superando ese concepto barato del bien o del mal que nos hace creer que
nosotros somos mejores y los demás peores, ya que los que nos parecen
peores no son más que personas que aman de una manera diferente. Si
miramos hacia donde un niño mira con amor, ya no podemos hacer esa
distinción entre el bien y el mal.
Otra conclusión consiste,
por supuesto, en decir que nuestros padres también son buenos y que,
detrás de todo lo que podamos reprocharles, sólo hay amor. Pero este
amor no va en nuestra dirección sino hacia otra parte, hacia donde ellos
han mirado cuando eran hijos, hacia alguien que han querido integrar en
su familia. Si comenzamos a dar un lugar a todos estos excluidos,
miramos con nuestros padres hacia donde ellos miran. Entonces empezamos a
ser libres y nuestros padres también. De repente, nos vemos en una
situación completamente diferente y entendemos lo que quiere decir el
auténtico amor.
extraido de revista Hellinger, diciembre 2005